martes, 29 de abril de 2008

Kioto II: Gion - Cena en el río Kamo

Una vez ya saciada nuestra curiosidad fuimos al barrio de Gion, conocido por sus gheisas lo que le lleva a ser bastante turístico. La razón su aire melancólico, con calles estrechas llenas de casas de madera, vamos la imagen nostálgica y más romántica del Japón. Como estábamos cansados y se acercaba la hora de la cena, nos sentamos a tomar un te helado en una pequeña terraza de una cafetería mientras decidíamos que hacer para cenar. Al final decidimos ir a un tailandés que hay en la orilla del río Kamo o mejor dicho sobre él, puesto que sobre este río a lo largo de la orilla hay muchos restaurantes que tienen terrazas que están justo sobre el agua y el margen.

Nos costó un poco llegar ya que está un poco escondidillo pero una vez encontrado merecía la pena. Cenamos como no en la terraza rodeados de farolillos y un ambiente relajado. La comida en pocas palabras deliciosa y una atención inmejorable, vamos que hasta pudimos ver unos fuegos artificiales que tiraban al otro lado de la orilla. Fue una cena genial y os recomiendo este restaurante “Bussaracan” (web) puesto que no defraudará a los más exigentes, de echo una auténtica cena thai que me hizo recordar mucho el mes que pasé allí hace muchos años.

Después de la copiosa y rica cena seguimos paseando esta vez de noche siguiendo la orilla del Kamo hasta cansarnos, disfrutando de cada momento. Al final decidimos continuar con el paseo y regresar al hotel andando. En el camino nos metimos por calles solitarias, íbamos algo miedosos cuando de pronto nos pasaron un grupo de tres mujeres, pero destacando en medio una gheisa preciosa con unos bonitos adornos en el pelo y su rostro blanco puro, impresionante, debía ir o venir de una fiesta o eso supusimos (a saber), nos quedamos embobados pero no sólo nosotros, un ciclista que venía en dirección contraria al verla se quedó mirando tan alucinado que acabó estampado el pobre hombre contra el suelo. Jesús salió corriendo para hacerles una foto, pero ellas al ver que de pronto en la calle había algo de gente aceleraron el paso, de hecho impidieron por todos los medios que les sacaran fotos, las acompañantes se ponían en medio y la foto que tenemos de ella es con toda la cabeza girada y una de las otras tapando su cuerpo. Fue una pena pero pudimos verla y esa imagen no se borrará nunca de nuestras mentes. Al final la gheisa y sus acompañantes entraron en un videoclub donde se refugiaron de todos los seguidores que en un momento, de echo un grupo de chicos se quedó allí pegado a los cristales esperando poder verla. Desde luego debe ser poco frecuente porque en un momento se armó un revuelo importante. Así que fue de agradecer que se nos ocurriera volver andando.

Por último os recomiendo que si vais a Kioto es maravilloso caminar de noche, los faroles iluminan las callejuelas de Gion y todo se ve tranquilo y hermoso como el castillo de Nijo rodeado de oscuridad, impresiona ver su grandiosidad de noche.

Al final resultó un domingo intenso y lleno de sorpresas agradables y de buenos momentos que no acabarían ahí. También en este día quedaron ciertas anécdotas curiosas, por ejemplo cuando íbamos a salir del Kinkaku compramos unos bombones como los que nos habían dado con el te, el puesto lo llevaban dos señoras muy amables que al ir a pagar una de ellas reparó en la pulsera que llevaba, pero lo que me llamó la atención fue que no sólo fueron sus palabras y su mirada, sino que me cogió de la muñeca suavemente y acarició mi pulsera y mi brazo, digo que me sorprendió por lo del contacto entre personas pero el sentimiento que me dejó fue muy grato.

Aquí os dejo unas fotos de este día que nunca olvidaré… hasta el siguiente.

*Estuve a punto de llevarme uno de estos gatos, eran kawai

*Esto es una muestra de los restaurantes del río, pena que de noche no me salieran como dios manda las fotos

*Como veis la buena mujer se nos plantó delante y si os fijais bien la geiko tiene la cabeza totalmente girada a la pared, vamos que fue misión imposible


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domingo, 27 de abril de 2008

Una tarde de Karts

A primeros de este mes de Abril nos juntamos con unos amigos para pasar una tarde en los Karts, para concretar en el que hay en Cabanillas del Campo, que por lo que nos contaban corrían más que otros que hay aquí en Madrid. Tanto Jesús como yo no habíamos ido nunca así que tampoco podemos juzgar esa afirmación pero por lo que pudimos comprobar si que iban ligeros. Para el que no haya ido nunca como nos pasaba a nosotros uno tiene los típicos nervios pero que una vez en el Kart si te gusta te olvidas, así que tranquilidad aunque haya cafres en la pista.

Nosotros al final nos animamos y acabamos metidos dos veces, ya que cada tanda eran 10 minutos y quieras que no se hace corto y como no conoces el circuito pasas más tiempo tratando de no salirte que de disfrutar, eso sin contar que te de quedes enganchado en la arena y tardes en salir varios minutos como me ocurrió a mi. A pesar de ello es muy divertido sobre todo si el circuito es interesante como el de Cabanillas ya que no está en llano y tiene sus subidas y bajadas y unas buenas curvas.

Me gustaría para el que se esté pensando en ir que tenga siempre presente unas cuantas cosas y que no te pillen de nuevas al andar metido en el kart. Lo primero de todo es estar comodo, me refiero que el casco que te den te quede bien, no como en nuestra segunda vez que el mio era gigante y se me caía imposibilitandome la vision con lo que acababa sólo con una mano en el volante. También que la medida dentro del Kart ha de estar bien y no sentirnos incómodos dentro, en especial tener las piernas o rodillas bien cómodas al igual que la espalda, parece una perogrullada pero a veces por no molestar o por no perder más tiempo uno lo deja de lado pero luego al salir seguro lo lamentarás. Otra cosa importante es llevar la visera del casco bajada, no del todo, con una rendija para evitar la condensación es suficiente, y es que sino cualquier piedrecita te puede desgraciar un ojo. Algo fundamental también para tener la diversión asegurada es ir con un grupo grande de gente puesto que correís todos juntos y sólos en la pista y el pique es mayor que con desconocidos o por lo menos eso creo. Y bueno la últimas recomendaciónes son que os vayáis a un lugar en el que el circuito esté bien cuidado tanto la pista como que el personal esté atento de lo que ocurre, para el final dejo la más obvia que es llevar el cinturón puesto porque con un buen golpe tienes asegurado un vuelo gratuito.

Por lo demás y teniendo un poco de cabeza se puede pasar un día genial con tus amigos. La verdad yo pensaba que lo iba a pasar mal porque ni siquiera tengo el carnet de conducir pero me llevé la sorpresa y lo pasé de…. bueno ya os imagináis. Eso si personalmente no os recomiendo los de Cabanillas del Campo más que nada porque vimos cosas que no nos gustaron como que la pista no estaba en buen estado, había dos curvas mal peraltadas que sino pasabas por el lado bueno pegabas un buen bote además de algunos deterioros importantes en medio de la pista, vamos un socabón y por otro lado un trozo de piedra bastante grandecito que se había desprendido de a saber que lugar en medio de la pista que nadie se molestó en recoger. Además el personal pasaba de lo que ocurría por ejemplo cuando me salí me quedé en un montículo de arena con las ruedas apenas apoyadas por lo que tardé un montón en salir y en ningún momento vinieron a sacarme ni haber que había pasado, que lo mismo es por que te has salido como que te ha dado un mareo o algo así, vamos seguridad en ese sentido no vimos mucho. De todas maneras es algo que uno no se puede perder ni tus amigos tampoco.


*Dentro de poco os subo las fotos aunque no hay muchas y las que tenemos están un poco movidas.

Kioto I: Un paraíso inesperado - Ginkaku Ji - Nijo

Después de nuestra desilusión por la mañana descubrimos que Kioto no era tan gris ni tan feo, nada más que la parte de nuestro hotel era un poco desangelada. Nuestro primer punto para visitar era el famoso Kinkaku-ji o Templo del Oro para lo que compramos un billete para el todo el día y cogimos el Raku bus. Estos autobuses son muy simpáticos, bueno en general todos los que vimos eran de estos que los ves y parecen muy destartalados, bueno lo son, pero lo peor que tienen es que son muy muy lentos, y el tráfico allí es algo denso en ciertos puntos. Así tras un largo recorrido llegamos al Templo. De camino a este salía del recinto una mujer que decir guapa se quedaría corto y es que así de golpe y porrazo nos encontramos con una gheisa con un bonito kimono rojo, la verdad nos impresionó mucho y como no intentamos hacerle una foto sin que se notara puesto que parecía que nadie podía conseguir la desesada imagen de hecho era tarea algo complicada puesto que iba rodeada de varias mujeres que evitaban poder sacar una imagen algo digna y ella misma se tapaba cuando veía una cámara. Yo en un humilde intento haciendo que enfocaba al fondo, algo lejos eso sí y con el zoom al máximo para no molestarla le saqué un par, pero salieron borrosas porque no paraban de moverse. Pero bueno es comprensible no? Ya nos sentíamos afortunados por ver aquella estampa tan tradicional y a aquella mujer tan bella y con ese refinamiento.

Como todos los templos en Japón hay que pagar una entrada pero el precio es bajo entre 300 y 600 yenes. Nada más entrar no se puede ver el templo por unos altos arbustos pero en el momento que giras en un recodo y comienzas a verlo, su grandeza y belleza te deja perplejo. Puedo decir sinceramente que me impresionó tanto como para llorar, y no me avergüenza, es una de las cosas más hermosas que he visto pero es que Kioto es un lugar hermoso y mágico y que es difícil de describir, de hecho el reflejo en el lago es tan hermoso como el propio templo, ahora entiendo la inspiración del escritor Yukio Mishima.

No se cuanto tiempo estuvimos contemplándolo pero bastante antes de recorrer el camino del recinto que era igualmente bello. Vamos que estuvimos varias horas allí sumidos en aquel lugar en el que parecía que el tiempo se detenía. La verdad es que en vez de alargarme con esto, es mejor dejaros unas cuantas fotos que hablan por si mismas.

Al final del camino descansamos bajo una sombrilla roja tomando un rico te verde con un bombón un tanto especial, como no, con oro (unas finos cuadrados de oro), que tan sólo nos costó 500 yenes por persona, que creerme merecía la pena. Después de eso nos dimos cuenta que no llegaríamos a tiempo al Ginkaku-ji (Templo de plata) puesto que entre las cuatro y las cinco de la tarde empiezan a cerrar todos los templos y demás sitios para visitar. Así decidimos por mayor cercanía ir al Castillo de Nijo que nos llevaba el mismo autobús, pero como os he dicho los buses van lentitos y cuando llegamos a las cuatro y media ya no se dejaba pasar a nadie sólo salir a los últimos grupos. Así que nos quedamos con las ganas.

Viendo que no nos quedaban muchas opciones pensamos que lo mejor era andar por la zona y ver un poco lo que es en sí la ciudad. Callejeamos un montón por la zona, aprovechando de paso para ver donde estaba la tienda de “Tozando” una conocida tienda de artículos para kendo, iaido y otras artes marciales, pero siguiendo la tradición no la encontramos y es que el mapa simplificado de nos habían dado no nos sirvió de mucho y menos para las distancias. Fue curioso pero en nuestro paseo nos cruzamos tres veces con el mismo yankee montado en bicicleta que cada vez que nos veía nos saludaba efusivamente como si nos conociéramos de siempre, fue algo bastante simpático, como si no hubiera visto un guiri en mucho tiempo, pero es que fijándonos no había ningún turista por donde caminábamos. Os puede resultar que un paseo de un par de horas por un lugar que no parece haber nada interesante es perder el tiempo sobre todo tan lejos, pero desde luego fue mucho más interesante que a lo mejor ir de un lado a otro con la lengua fuera sin llegar a disfrutar ni de un sitio ni de otro, pero desde luego podía verse el modo de vida allí, las casas, los negocios y sus gentes. Por ejemplo fue muy interesante ver trabajar a un hombre en su taller de mecánica a la antigua usanza, vamos artesanalmente.

Después de nuestro paseo estábamos decidimos ir al barrio de Gion, famoso por sus gheisas o como se diría correctamente geikos, pero eso lo dejaremos para otro post.



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sábado, 26 de abril de 2008

Viaje a Japón VII: ADIOS TOKIO - HOLA KIOTO

Llegó como no finalmente el sábado, nuestro último día en la ciudad de Tokio.Teníamos planeado pasar gran parte del día en Tokio antes de coger el shinkanshen a Kioto donde continuaríamos nuestro viaje. Pasamos la mañana entre Shibuya y Akibahara un poco de compras y otro poco deambulándo. Primero paseamos por Shibuya de día, que nos resultó bastante más tranquilo que la noche anterior y más placentero. Al final nos tuvimos que ir porque cada vez cargábamos con más cosas, de hecho salimos del Apple Store ya con suficientes así que pensando en todo lo que nos llevábamos decidimos como os he dicho ir a Akibahara que habíamos visto una maleta que nos venía bien y así de paso por fín ver el dichoso Mandarake, que nos habían encontrado la dirección en el hotel.

Cuando llegamos a la Ciudad Eléctrica vimos que había bastante más gente que entre semana , era un auténtico bullicio, un ir y venir contínuo de gente que se hacía más intenso en las callejuelas en las que los aparatos electrónicos parecían frutas apiladas por todos lados. Al primer sitio que fuimos fue como no a Mandarake pero en cuanto subimos a la quinta planta de un edificio bajo nos quedamos con un chasco, ya que nada más abrirse las puertas del ascensor vimos que enteramente estaba dedicada a hentai, vamos que no dimos ni una. Una vez salimos de allí curioseamos todo lo que quisimos y más, diciendo la verdad a veces agobia un poquito eso de no parar de ver cosas que comprar, vamos que cuando llegamos a comprar la maleta ya deseábamos descansar un poco de tanto ordenador, cámara, oferta, más cámaras… jejeje. Aún así no dejé escapar el poder ver un poco de manga en algunos de esos edificios repletos tomos y más tomos, aunque con toda la gente que había finalmente me fui sin nada. Nos resultó un poco locura después de tanto cansancio acumulado y tanta gente pero fui algo que tampoco cambiaríamos por nada.

Regresamos de nuevo al hotel a recoger nuestras maletas que habían guardado amablemente y bajamos a un Family Market que había en nuestro edificio, allí cogimos algo para picar y en la terraza que tenían reorganizamos las maletas y lo preparamos todo para ir a la estación de Tokio, no sin antes claro hacer algunas fotos más que para eso hacía un día muy bonito.

Así cargados con nuestras maletas fuimos a comprar los billetes a Kioto. Lo primero que nos llamó la atención fue que los Shinkanshen salían cada cuarto de hora, nosotros decidimos coger el siguiente por no ir corriendo al andén y llevar tiempo suficiente, además cogimos el Nozomi que es un poco más rápido, en dos horas y media estaríamos en Kioto. Y lo siguiente que nos llamó la atención fue que por primera vez en tantos días vimos a la pocilia, un montón de policia bien armada y es que dos días antes habíamos visto en las pantallas del metro avisos de una amenaza de bomba, pero a pesar de ello en todo momento nos sentimos seguros y la mar de tranquilos.

Al llegar al andén nuestro tren estaba allí que lo estaban preparando para el viaje, fue sencillo y rápido encontrar el vagón y la puerta, como todo en Japón, parece imposible perderser por allí. Y bueno llegó la hora de montar en el tren bala más conocido, primero un montón de espacio, asientos anchos y muy cómodos, y una suavidad increíble tanto en el trayecto como en el arranque y las paradas, y es que si no miras por la ventana no te das cuenta de que estás en marcha. Vamos que hoy en día tras coger el tren a diario me parece que algo así no puede existir de no ser porque he montado en él.

Llegamos a Kioto ya de noche, algo cansados pero dispuestos a disfrutar antes de regresar a España. En la estación cogimos uno de los autobuses de los que ponía a disposición el propio hotel, y así llegamos al Righa Hotel, que en principio parecía estar bien, además nos habían dicho que tenía vistas a un bonito templo y sus jardines. Pero no se si fue mala suerte o que pero nos decepcionó por todos lados. Lo único que tenía es que estaba a 10 minutos de la estación pero nada más. El restaurante tan famoso que tenían en lo alto estaba cerrado por reformas, las vistas eran al techo de un edificio feo que parecía que estábamos en una jaula (sólo podías ver a lo lejos las verdes montañas), la habitación además de ser fea con ganas, estaba vieja y por todos lados se veían desconchones, grietas y bueno un sin fin de cosas más que fuimos fotografiando para luego quejarnos en la agencia. Vamos todo un acierto hablando irónicamente. Así salimos a cenar un poco desanimados preguntándonos si el haber ido a Kioto era un error. La verdad es que lo que vimos de camino a la estación de tren de nuevo nos pareció gris y triste, incluso la gente nos parecía más triste. Y así más o menos acabó nuestro día esperando que el día nos trajera más ánimo.



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