Para empezar ya notamos la diferencia nada más montar en el primer tren y es que aquello es otro mundo, en tan sólo una hora estábamos en la estación de Tokio, eso sin hablar de la comodidad del tren, con un buen espacio para poner las piernas y con un paisaje tenido del verde de los arrozales. Desde allí nos dirigimos a la estación de Shimbasi que estaba a 5 minutos de nuestro hotel. Recuerdo que había mucha gente y las luces de neón comenzaban a brillar con el inicio de la caida de la noche, salir de la estación y ver todo aquello… me sentí abrumada, supongo que ayudaría un viaje largo y un cambio tan grande de entorno y clima, pero gracias a los paneles con planos logramos llegar bastante pronto al hotel.
En tokio nos alojamos en el “Park Hotel Tokio” en la torre Shiodome justo al lado de la torre de Nippon TV, desde luego un lugar muy aconsejable, confortable y cálido y ni que hablar de las vistas. Nos dieron una habitación en la planta 27 pero lo mejor de todo era las hermosas vistas de la ciudad y justo delante la Torre de Tokio que para los que no lo sepan es como la Torre Eiffel. Esa noche dimos un paseo por los alrededores para hacernos un poco con la zona y cenar algo para poder comenzar a la siguiente mañana con todas las pilas recargadas. Hemos de decir que en vez de sentirnos descolocados y fuera de lugar fue todo lo contrario, sentimos que Tokio nos había recibido con los brazos abiertos y tan sólo un paseo lo estábamos disfrutando al 100 por 100.
Comento lo de la sensación de la llegada porque en más de una ocasión por aquí (me refiero en España) me han hecho comentarios como que en una ciudad tan grande la gente va a lo suyo, que es extremadamente cara, complicado moverse por ella, y bueno para aquellos que les digan cosas así hay que decir que es mejor no hacer no caso a estos comentarios e ir con total tranquilidad para disfrutar al máximo de todo lo que ofrece Tokio.
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