Estábamos ensimismados con tan imponente Buda, fascinados por esa inmutabilidad que parece poseer, por su historia, por lo que habría presenciado a lo largo de tantos siglos... y es que entre divagación y divagación ya era tarde y llevábamos allí desde las nueve de la mañana, así que nos volvimos a Tokio. O esa era nuestra intención porque en el camino a la estación encontramos a la izquierda de la calle que nos llevaba a la estación una pequeña tienda en la que todo lo que vendían estaba relacionado con los gatos, había gatos por todos lados,en cerámica, pintados, vestidos de samurai, tazas de gatos, y un largo etc., todo un peligro para mi como enamorada de estos felinos (y es que para eso Japón parecía un paraíso). Finalmente acabamos con una taza, una figura muy divertida y una postal que me recordaba a mi querido Rufo. La tienda era muy agradable, pequeña pero llena de encanto y un hombre adorable que la atendía.
Una vez en Tokio otra vez y rendidos del cansancio nos acercamos primero al hotel a cambiarnos de ropa porque sin darnos cuenta nos habíamos puesto de barro hasta las orejas con tanta agua, nos dimos un baño y tras eso salimos de nuevo para acercarnos hasta Akibahara que era un lugar al que quería llevar a Jesús. Eso si sin darnos cuenta ya era bastante tarde y cuando llegamos como que estaba casi todo cerrado excepto Laox y poco más, así que dimos una vuelta para así orientarnos un poco mejor al día siguiente. A la vuelta se nos ocurrió ir andando hacia Ginza y de ahí a Shiodome , (en Jaltour donde sacamos el viaje nos había comentado la agente que hacer algo así era un paseo agradable y para nada largo, como el que recorre la Gran Vía, pero vamos ni de lejos!) Cierto es que íbamos muy cansados pero aún así andamos bastante, así que del que os diga que cada barrio se ve en un momento ni le escuchéis.
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1 comentario:
Hola de nuevo cielo,
leyendo de nuevo tus comentarios sobre el viaje, descubro que no comentas nuestra experiencia en la farmacia frente la estación desde la que volvimos de KamaKura.
Resulta que nos dimos cuenta en aquel día que necesitábamos condones y como no al cruzarnos con la farmacia procedimos a ello. Por supuesto no podíamos reconocerlo dado que estaba los caracteres en Katanaca o Hiragana. Esto hizo que me dirigiera a la dependiente de la tienda, una personilla mayor bastante maja que al verme acercarme vio venir el reto como los surfistas ven venir las olas de 6 metros.
El dialogo fue "obtuso", la mujer tenia todavía menos idea de inglés que yo y claro yo de japonés la misma que de mandarín. Empecé a describir en inglés lo que era lo que quería haciendo divertidos movimiento con las manos intentando representar algo, llegue a decir "umbrella", vamos íbamos mal.
Finalmente, Marina para variar me tuvo que sacar de aquel embolado, por que esa mujer no me iba a dejar ir sin lo que quería, los japoneses te ayudan, aunque les cueste horas, dibujos, colas... vamos que lo de la "perseverancia" es verdad. Con lo que Marina mencionó "condón", impresionante, la mujer asintió y en silencio y sin mirarnos a la cara nos indicó donde estaban y a continuación nos cobró el importe.
Es impresionante, pero en la gran sociedad de la información y tecnología sigue habiendo "vergüenza" incluso al vender preservativos. Cierto es que fue un caso aislado en nuestra experiencia pero curioso.
Por cierto la caja parecía de gominolas, puedo decir que nunca lo hubiera deducido.
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