Astrid ya tiene cinco años aunque sigue siendo tan trasto como antes, la edad no la tranquiliza por el momento. A pesar de que duerme gran parte del día, sobre todo cuando estamos trabajando, es hiperactiva (en el buen sentido claro) y le gusta entretenerse jugando a lo loco con cualquier cosa, cuanto más inverosímil mejor, desde la planta del rincón, las gomas del pelo que le fascinan, hasta una pelusa, el caso es entretenerse. Pero indiscutiblemente los mejores juegos nos incluyen a nosotros, entre ellos algo que he visto cuentan muchos dueños de gatos por sus blogs. Me refiero a cosas típicas de perros como el lanzar algo y que te lo traigan, pero si amigos, los gatos también lo hacen. Nosotros le lanzamos una bola pequeña de papel transparente o de envoltorio de caramelo y ella sale disparada, se agazapa y tras menear el culo unos instantes salta y la coge con la boca para luego traértela con cara de satisfacción (parece más que lleva un ratón que una bola de plástico), incluso te la deja en la palma de la mano para que la vuelvas a lanzar.
Al principio esto me parecía una rareza pero con el tiempo he visto como he dicho que mucha gente cuenta lo mismo de sus pequeños felinos, así que está claro cuando algo es divertido da igual ser perro o gato. El caso es que supongo que desconocíamos estas facetas en los gatos porque a pesar de ser un animal de compañía tan clásico nunca ha estado tan integrado en nuestras vidas hasta hace poco, ni hemos interactuado con ellos de la misma manera que con los perros.
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