viernes, 9 de mayo de 2008

Kioto IV: Kiyomizu-dera

Nuestro camino seguía y nuestra siguiente parada es una que prácticamente es una de las obligadas para todo visitante en Kioto el "Kiyomizu-dera" o Templo del Agua, que por cierto es patrimonio de la humanidad. Sinceramente si andas por allí ves porque no vas a arrepentirte, es una maravilla tanto en su estructura como estéticamente, a nosotros nos impresionó mucho sobre todo cuando la gente rezaba sus oraciones y resonaba uno de esos cuencos como los tibetanos que de veras te paralizan.

Se debe explicar que realmente Kiyomizudera son varios templos budistas y coge el nombre de las cascadas que hay en el recinto. El templo principal que responde a ese nombre y es reconocida por su terraza que sobresale de la colina dándonos unas de las más hermosas vistas de la ciudad. De hecho hay una historia curiosa , si saltas y pides un deseo en el caso de sobrevivir se cumplirá(esto se remonta a la era Edo), pero estoy en nuestros días está prohibido, ya os imagináis porque, pero por lo visto sobrevivía bastante gente pues es una caída de alrededor 13 metros y la vegetación ayudaba a ello, aún así mejor no hacerlo.

Otro lugar interesante por el que pasaréis es el santuario Jishu dedicado al dios del amor y de los buenos matrimonios (Okuninushino-Mikoto). Y por último para ir acortando debajo de la sala principal está la cascada Otowa-no-taki que se bifurca en tres canales, agua que puedes beber si haces cola y se dice que es para tener salud.

Saliendo de tanta descripción (lo mejor las fotos como siempre), cuando fuimos a la subida, que es una larga cuesta a ambos lados de la calle hay tiendas y puestos variopintos en los que podréis encontrar productos artesanales de la zona a comida y dulces del lugar, que no hay que perderse. Además de esto encontramos a un lado en una casa creo unas flores preciosas en una especie de arriate con un cartel muy curioso en inglés y en japonés que venía a decir que si te parecían bellas las flores que no te sentaras para no estropearlas, pero escrito como si las flores fueran las que hablaran. También ya llegando tuvimos la suerte de encontrarnos con una gheisa a la que esta vez no dejaríamos escapar, fue muy agradable y posó para nosotros, aquí la tenéis.

Luego a la bajada en busca de algunos recuerdos más encontramos al final una tienda que verdaderamente valía la pena en cuanto kimonos y yukatas, que no eran de esas brillantes y finas que parecen más souvenirs que otra cosa. La tienda es pequeña pero encontraréis kimonos y demás accesorios a buen precio y de muy buena calidad y está justo en la calle que desemboca más grande y transitada, a la izquierda donde la parada de bus hay una tienda pequeña. Nos atendió una chica muy agradable que aunque no tenía idea de inglés nos atendió genial y nos ayudó en todo momento, al final nos llevamos una preciosa yukata malva con lirios y un obi de seda marrón aunque me lo hubiera llevado todo. Antes de irnos cuando estában empaquetando las cosas y cobrándonos salió de la trastienda un hombrecillo mayor como una pasita que me miró, y no se si fue por ver mi cara de ilusión o por educación, pero habló con la chica y nos dijo que eligiéramos un abanico a juego que era un regalo de la casa. Yo con eso de que nos quedaba poco para irnos y la emoción con el regalo casi me pongo a llorar, desde luego ambos hicimos una sentida referencia y ellos nos correspondieron. Es incríble ver el cariño y el respeto que pueden darte si ven que aprecias de corazón su cultura, desde luego te hacen sentir hasta querido y cosas como estas son buenos recuerdos que nos han regalado.

Y bueno ya se nos hacía tarde y volvimos a la estación para comprar los billetes del Haruka que nos llevaría al aeropuerto y de paso comprar algunos recuerdos más. Hay que mencionar que en la estación hay una tienda de tartas que dan ganas de lamer el escaparate, pero es sorprendente los colores y composiciones que pueden llegar a tener, os dejaré una foto. De allí como no fuimos al hotel recorriendo una última vez ese camino cabizbajos y es que casi tres días saben a poco, muy poco. Así llegó nuestro último día a su fin en Kioto y en Japón con un hermoso atardecer entre las pobladas montañas.




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