A la salida de vuelta a coger el bus fuimos a una pequeña tienda que casi pasaba desapercibida habíamos visto antes pero que era muy interesante dedicada exclusivamente a objetos lacados, desde palillos, cuentos, bandejas,etc... todo una maravilla, desde luego los palillos que compré da pena usarlos así que son sólo para ocasiones especiales, también me llevé un pequeño espejo que cuando lo enseño la gente se queda boquiabiera. Si buscaís algo de lacado es una tienda muy recomendable y está en la misma calle que el pabellón un poco más delante del paquecillo y de una caseta de información, en la acera contraria, casi llegando al cruce.
Después de nuestra placentera visita fuimos en el bus a una conocida tienda de equipaciones de artes marciales como el kendo, el iaido o el aikido porque como no necesitaba una equipación de kendo como manda la tradición. En ningún momento imaginábamos que nos llevara demasiado tiempo pero alli nos esperaba uno de los momentos más agradables del viaje. Nada más entrar a mi ya se me caía la baba pero duró poco, enseguida apareció un chico muy simpático al que le comenté lo que venía buscando. Cuando llevábamos un rato y mientras me decidía por un bokken nos preguntó de donde éramos a lo que nos respondió que había alguien que sabía español y que iba avisarle. Nuestro amigo era un italiano que llevaba unos cuantos años viviendo allí, fue con humanidades y acabó en el proyecto de esta tienda que no está mal decir que es una de las más importantes en venta por internet. Así comenzó una amena conversación de lo más curiosa hablando entre japonés, inglés, español e italiano, y tan a gusto que estábamos los cuatro que pasó mas de hora y media, eso si nos contamos de todo desde como se vive en Japón, temas de inmigración, kendo, como está ahora Europa...vamos de todo pero lo que nos chocó a todos sin duda es que esta persona trabajando en una tienda ganaba más que un analista, impresionante. La verdad aprendimos mucho y compartimos un buen momento así que muchas gracias, además de por el tenugi que me regalaron. Además salí de allí con un montón de cosas como la preciosa hakama de algodón o un bokken precioso. Desde luego la próxima vez que vayamos a Kioto les llevaremos un buen regalo por hacernos sentir como si estuviéramos en casa.
De allí salí con mis espadas al hombro (en su funda claro) y una curiosidad desde entonces tanto en el autobús como por la calle la gente cambió su actitud, me dejaban paso e incluso un señor bastante ancianito me cedió el paso al salir de la mesa del restaurante donde comimos, yo le dejé a él pero insistió en que pasara primero, me llamó un montón la atención y aún me pregunto si es porque vió que soy un kendoka guiri sino no tengo otra idea. Los únicos que me miraban raro, quiero decir algo mal, fueron los chicos jóvenes que vimos en el Kiyomizu, que por cierto esta visita nos dió para mucho así que para el siguiente post.
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